Thursday, January 14, 2016

Cómo mejorar los hábitos de alimentación de los más pequeños


Uno de los aspectos que causa mayor intranquilidad entre padres y madres, especialmente entre los primerizos, es la alimentación, tanto en lo que se refiere a la cantidad de alimentos ingeridos como a la necesaria variedad de los mismos para garantizar el desarrollo de una alimentación equilibradaque permita la absorción de todos los nutrientes necesarios para su crecimiento y salud.
Cuando nuestro hijo abandona el periodo de lactancia comienza un arduo proceso de adaptación a todo un mundo de sabores y texturas, que en numerosas ocasiones producen un cierto rechazo inicial. Seguro que en este punto muchos os preguntáis cómo afrontar esta situación.
Bien, pues para comenzar es esencial convertir la alimentación del niño en un hábito saludable desde muy temprana edad, es decir, eliminar todos aquellos elementos que puedan hacer ver al niño que se trata de una imposición por parte de personas mayores.
Para ello sería deseable intentar realizar las cinco comidas, o al menos las tres comidas principales (desayuno, almuerzo y cena), más o menos a la misma hora cada día y en la misma estancia de la casa siguiendo unos mismos comportamientos previos y posteriores, como lavarse las manos, sentarse juntos a la mesa y finalizar todos al mismo tiempo, etc. El objetivo es crear una rutina en el niño que le permita comportarse de forma casi automática, sin necesidad de orientación paternal.
En este punto, será conveniente ir avanzando en las distintas etapas de la alimentación del niño sin prisas pero de forma continuada, mediante un desarrollo constante desde la lactancia a los alimentos sólidos, pasando por las papillas o ‘potitos’.
En la medida en que el menor vaya aclimatándose a cada una de estas fases estará en disposición de ir asimilando nuevos sabores y texturas, así como a la progresiva utilización de utensilios como la cuchara o el tenedor. Por ello, deberemos evitar ralentizar este proceso de adaptación, ya que si, por ejemplo, le damos toda la alimentación en forma de puré hasta los tres años estaremos dificultando su familiarización con los alimentos no procesados o aquellas texturas más sólidas.
A partir de estas consideraciones generales, se pueden delimitar un conjunto de pautas complementarias, como las que se recogen a continuación:
  • Duración de las comidas. Es recomendable que el periodo de tiempo dedicado a cada comida oscile entre los 20 y los 40 minutos, con el fin de no obligar al niño a comer demasiado rápido, lo que sería inadecuado para su proceso de digestión, pero sin que este se dilate indefinidamente, ya que se corre el riesgo de que el niño comience a manipular los alimentos sin intención de comer.
  • Realización de una dieta variada. A partir de las recomendaciones que nos ofrezca nuestro pediatra, se deberá ofrecer al menor una alimentación lo más variada posible, evitando reducir su dieta a aquellos alimentos que consume con mayor facilidad. En el caso de que presente cierto rechazo hacia un alimento específico será conveniente ir introduciéndolo en su alimentación en pequeñas cantidades, acompañado de aquellos alimentos que si consuma habitualmente.
·   Evitar la utilización de sistemas de recompensas en la alimentación. Ya que implícitamente le estaremos dando a entender que a nosotros tampoco nos gusta dicho alimento, dificultando su asimilación normal y reforzando así su rechazo al mismo.
Pero, sin duda, el aspecto más importante radica en ‘predicar con el ejemplo’, puesto que una gran parte de la educación de los menores se realiza a través de la imitación, y en la medida en que el niño adquiera conciencia de que los mayores de la casa evitamos comer diversos alimentos, se verá moralmente capacitado para rechazar aquellos que no le agraden.

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